Los secuazes jugaban en el rio sin atreverse a bañar por lo fría que estaba el agua, cuando los divisaron desde el paseo.Sus caras delataban que no habían dormido, y uno de ellos se percató de que había vuelto a perder el teléfono.
Ellos tambien eran secuazes asi que bajaron a la orilla a ver si le daban algo mas de beber, cuando se vieron dentro del barco hinchable.Los otros secuazes, que sí que habian sobao un ratico, no tuvieron problemas para empujarlos dentro del barco, y así cayeron: patas arriba. A uno le dió tiempo a quedarse en calzoncillos pero el otro fué con pantalón y todo.
La corriente los alejó de la orilla entre el clamor del público, que les avisaba de que cogieran el remo. Para sorpresa de todos, no hacían nigún ademan de retorno, y la corriente los alejaba más y más...
Los secuazes recogían el chiringuito, mientras calculaban la hora en que poder recoger a los dos secuazes del barco y retomar el merecido homenaje que uno de ellos estaba recibiendo en aquellas tierras.
Ajenos a estas elucubraciones los secuazes habían recuperado el remo y lo habían vuelto a perder, habían sido ayudados por otros navegantes y sufrido alguna caida al agua mientras peleaban contra el sueño y el cansancio.Tras dos o tres horas con los huevos mojados preguntaron cuanto faltaba para finalizar la travesía por el río. "3 horas por lo menos" fue la respuesta que obtuvieron.
El intenso frio en los cojones hizo que los dos intrépidos secuazes abortaran la expedición fluvial y continuaran la aventura en tierra. En primer lugar había que encontrar la carrretera, lo cual consiguieron tras atravesar entre otros parajes la via del tren. El calorcito de los railes combatió por unos instantes el fresquito de la panza de uno de ellos. Encontraron por fin la carretera y comenzaron la ascensión. Dos hombres descalzos y en gallumbos, fueron la principal atracción de la caravana de vehículos que subía haciendo sonar sus claxons, y piropeando a los heroes. Caminaban hacia arriba, sin saber que el resto de secuazes ya les esperaba a nivel del mar.
Al llegar al pueblo, la mala suerte quiso que los chinos tuviesen su badulaque del otro lado de la plaza del bebercio. Tras cruzarla entre ovaciones, mostraron su dinero al chino y se dispusieron a informar de su paradero, elegantemente vestidos.
Cuando la mujer de uno de ellos informó a los demás secuazes de la localización de su hombre, estos ya se disponían a la busqueda con alguna incertidumbre sobre su estado. El encuentro fue celebrado con los honores que solamente se reservan a los obradores de grandes gestas. No es para menos.
2 comentarios:
Paberse matao
LA VERDAD QUE EL INDIVIDUO DE LAS GAFAS DEJA MUCHO QUE DESEAR, VAYA ASPECTO MAS PATETICO, POR DIOS, NOS PREGUNTAMOS TODOS QUE SERA DE ESA CRIATURA, CON UN PADRE CON ESA PINTA. SOBRE EL OTRO SOLAMENTE QUEDA DECIR "PA UN DIA QUE SALE"
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